"Tango para las diez"
Por Manuel Olivera
Tic toc, tic toc. Las 9 y media.
Allá voló el ramo de cuatro rosas adornadas con un listón rojo; comprado previamente en una pequeña florería ubicada a quince minutos de su departamento.
-¡Eres un imbécil! ¡¿En qué diablos estabas pensando?!
Gritó ella. En sus manos, todavía podían verse algunos pétalos de aquel arreglo floral esparcido por todo el piso.
-¡Ese quiere contigo! ¡¿Es que no te das cuenta?! ¡Te coqueteó toda la maldita noche!
Reclamó él. Los gritos estaban patrocinados por una cena llevada a cabo 20 minutos antes de la discordia. Comían ella, él y el mejor amigo de ella. Sobra comentar que, en ese momento, dicho amigo se "comió" a la hermosa novia con miradas, gestos, palabras y hasta con los palillos orientales del restaurante japonés.
Evidentemente, la paciencia llegó a un punto de quiebre y una batalla de celos inició.
-¡Eres un pinche inseguro! ¡Yo no puedo estar con alguien así! ¡Si así siguen las cosas, ésto se acabó!
Peligro. Ahí está, esa condenada frase. Odio esas palabras. El corazón se acelera, "Si así siguen las cosas...", el motor del cuerpo se vuelve loco, "...ésto se acabó", el tiro de gracia. Ultimátum. Así no.
Tic toc, tic toc. Se acercan las 22 horas.
Celos, cinco letras con la capacidad de asesinar cualquier momento romántico, cualquier indicio de amor. Pequeño demonio que se esconde en las penumbras del inconsciente esperando el momento oportuno para salir y desgarrarnos los huesos.
-No... espera... yo no quería... lo siento... me precipité.
Él tartamudea. Dice todo y a la vez, nada. Las palabras se amontonan en su boca impidiendo decir alguna frase coherente, sólo se escuchan esbozos de ideas.
-Es que no entiendes que te amo, ¿qué más quieres que te diga?, ¡soy sólo tuya caraj...!
Él la interrumpe con un beso. Le roba un beso a su novia. Se apartan. Ella con ojos de sorpresas y él mirándola fijamente para después de decirle: "Yo también te amo". ¡El punto de inflexión!
Un beso robado dio paso a una serie de besos apasionados. Roces, labios, respiración agitada, la ropa cayendo de esos cuerpos deseosos, hambrientos del uno y del otro.
Mientras el escarceo estaba en su apogeo, la mano de él alcanzó el control remoto del estéreo. Sí, el sexo es mejor con música. Dale play, que salga lo que sea, que el estéreo toque lo que quiera.
Disco 1, track 1. "...Patrón cierre la puerta ¿por qué mira asombrado? Le compro los juguetes que tiene en el bazar..." Como anillo al dedo. A instantes de dar las diez de la noche, el tango ofrece un ambiente perfecto para una escena erótica. El ambiente soslayó los tres puntos suspensivos que él había dejado en su mutua historia. Imaginarse que ella estuvo a punto de borrar dos.
-Te amo demasiado. Me encantas. Hazme tuya, por favor, hazme tuya.
Ella está fuera de sí, extasiada de placer, él en el mismo estado.
"... Al bazar de los juguetes, cuántas veces de purrete me acercaba para ver, para ver de allí de afuera, desde atrás de la vidriera lo que nunca iba a tener..." No pueden más. Dos personas, dos almas unidas en un clímax de deseo y pasión.
Gemidos y movimientos ardientes enaltecen y enmarcan la belleza del momento. Terminan. Allí están, dos cuerpos sudorosos acostados en la cama. Uno, durmiendo plácidamente y el otro reflexionando sobre lo sucedido. Él se voltea, posa su rostro frente al de su novia y dice para sí mismo: "Henos aquí, dos entes que hace media hora protagonizaban una batalla campal y, ahora, somos dos seres postrados frente a frente, jurando no separarnos de este sendero que queremos construir juntos. Heme aquí, queriendo entender lo inentendible, tratando de explicar lo inexplicable. Lo único que tengo claro es que, frente a mí, tengo a la mujer que he elegido amar. Sí, el amor es una cosa ilógica".
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